“No tengo una voz auténtica. Mi voz es un caos único”, declaró una vez Billie Holiday. Ella sigue siendo la cantante definitiva del jazz y hoy hubiera cumplido 100 años.
Intensa, talentosa y frágil, Holiday era toda una estrella, pero rara vez fue feliz. Sufrió demasiados golpes y tuvo que luchar contra el alcohol y la heroína, que acabaron consumiéndola, informa DPA.
Nació como Eleonora Fagan el 7 de abril de 1915, en Baltimore, Maryland. Se crió con familiares, en la pobreza extrema. Una de sus primas la maltrataba y fue violada por un vecino. Fue transferida a un hogar donde volvió a ser maltratada. Huyó y se ganó la vida limpiando y prostituyéndose. En el tocadiscos de un burdel escuchó por primera vez jazz y blues de leyendas como Louis Armstrong y Bessie Smith, publica El Mundo. Más tarde, se mudó al barrio neoyorquino de Harlem y por un par de dólares a la semana encontró empleo como cantante en un prestigioso club nocturno. Su nombre artístico era un homenaje a su actriz favorita, Billie Dove, y el apellido de su padre, Clarence Holiday.
Una tarde la ficharon para que grabara con el clarinetista Benny Goodman. Fue su gran salto, y en los años siguientes grabaría más de 350 discos, compartiría giras con artistas como Count Basie y Artie Shaw y legaría su impronta al swing y al jazz con sus improvisaciones.
Apodada “Lady Day”, se convirtió en estrella en el legendario teatro Apollo, de Harlem, y en coliseos del mundo. Pero, aunque el público blanco la aplaudía en el Carnegie Hall o el Metropolitan, tenía que entrar y salir por la puerta de atrás. Por eso el racismo fue el tema de su mayor éxito discográfico, “Strange Fruit”, una apasionada denuncia de los linchamientos de la época escrita por el poeta Lewis Allan.
Con su bello rostro Holiday iluminaba el escenario, en su lamento vocal, con una hondura emocional mágica y una sensibilidad en el fraseo única e irrepetible.
Dejó registradas cerca de 300 canciones inmortales, como “Night and Day”, “Lover man”, “Satin Doll”, “Blue Moon”, “All of me”, “Body and Soul” o “Embraceable you”, así como composiciones propias como “I love you porgy”, “Fine and mellow”, “God bless the child” o “Everything happens for the best”.
Murió a los 44 años en el Metropolitan Hospital de Nueva York el 17 de julio de 1959, pero cada día “Lady Day” también canta mejor.